miércoles, 25 de septiembre de 2013

El nacimiento de una joya

El profundo azul del mar, tal parece que envuelve y devora todo dentro de el, pues hasta la luz del gran rey sol es nada en sus profundidades. En su enorme manto, envuelve los pequeños corales, los cuales son las alegres casas de pequeños peces con colores como gemas preciosas que emanan su luz propia y darle alegría al mar; la piel de estos pequeños seres se recubre de pequeñas escamas iridiscentes, las cuales por la noche, delicadamente, le dan vida y luz a la luna y a las profundas y azules aguas que envuelven su inmenso hogar.
Un día, al esperar a la luna, cayó del cielo un ser completamente nuevo y distinto a la belleza de sus escamas, aletas y colores; era una criatura tan blanca como la luna y con un brillo y pureza jamás visto, el hermoso ser deslumbro de sobremanera a los pecezuelos, aun mas de lo que lo hacia la luna, pero a este ser le falta algo, le faltaba la vida y la alegría que caracterizaba al mar.
El anhelo de los pequeños seres marinos era darle vida eterna a la luna, pero su color plata era inalcanzable, por  lo que al ver la inocente y seductora mirada de esta nueva criatura a la que llamaron "sirena", los dejó atónitos y nadaron hacia ella; tomaron sus manos, tomaron sus dedos,  amaron su cuello y susurraron a su oído convirtiéndose en rocas aun más brillantes con cortes como escamas. Y así se apoderaron y realzaron su belleza.
La ostra fue el hogar de esta aun más hermosa criatura y a sus ojos regaló un par de perlas que reflejaban a la luna. El mar al percatarse de estos hechos, notó que este no era un nuevo ser, que en realidad era un ser de la tierra, un mundo que sus pequeños habitantes no debían conocer.
Así es que con una enorme y sutil ola la regresó a su hogar en la tierra, pero al ser encontrada por sus hermanos terrenales, notaron que su brillo y belleza ya no era la misma y tampoco era más como la de ellos, pues sus aperlados ojos, el brillo en sus manos, brazos, cuello y oídos sorprendía a cualquiera. Entonces la veneraron como su diosa y todos intentaron imitar dicho resplandor con piedras de la profundidad terrestre, con los peces que se convertían en piedras preciosas al tocar la arena y las hijas de la luna que escupían las ostras.

Es así como nace la belleza y brillo de la mujer, con joyas que superan cualquier cosa creada por el hombre, porque son creadas de la naturaleza y por los dioses.

Inspiración para joyería.
Autor: Valery Giovanna Cisneros Sánchez.
Joyería: Próximamente.

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