El profundo azul del mar, tal parece que
envuelve y devora todo dentro de el, pues hasta la luz del gran rey sol es nada
en sus profundidades. En su enorme manto, envuelve los pequeños corales, los
cuales son las alegres casas de pequeños peces con colores como gemas preciosas
que emanan su luz propia y darle alegría al mar; la piel de estos pequeños
seres se recubre de pequeñas escamas iridiscentes, las cuales por la
noche, delicadamente, le dan vida y luz a la luna y a las profundas y
azules aguas que envuelven su inmenso hogar.
Un día, al esperar a la luna, cayó del
cielo un ser completamente nuevo y distinto a la belleza de sus escamas, aletas
y colores; era una criatura tan blanca como la luna y con un brillo y pureza
jamás visto, el hermoso ser deslumbro de sobremanera a los pecezuelos, aun mas
de lo que lo hacia la luna, pero a este ser le falta algo, le faltaba la vida y
la alegría que caracterizaba al mar.
El anhelo de los pequeños seres marinos
era darle vida eterna a la luna, pero su color plata era inalcanzable, por
lo que al ver la inocente y seductora mirada de esta nueva criatura a la
que llamaron "sirena", los dejó atónitos y nadaron hacia
ella; tomaron sus manos, tomaron sus dedos, amaron su cuello y susurraron
a su oído convirtiéndose en rocas aun más brillantes con cortes como
escamas. Y así se apoderaron y realzaron su belleza.
La ostra fue el hogar de esta aun más
hermosa criatura y a sus ojos regaló un par de perlas que reflejaban
a la luna. El mar al percatarse de estos hechos, notó que este no era un nuevo
ser, que en realidad era un ser de la tierra, un mundo que sus pequeños
habitantes no debían conocer.
Así es que con una enorme y sutil ola
la regresó a su hogar en la tierra, pero al ser encontrada por sus hermanos
terrenales, notaron que su brillo y belleza ya no era la misma y tampoco era más
como la de ellos, pues sus aperlados ojos, el brillo en sus manos, brazos,
cuello y oídos sorprendía a cualquiera. Entonces la veneraron como su diosa y
todos intentaron imitar dicho resplandor con piedras de la profundidad
terrestre, con los peces que se convertían en piedras preciosas al tocar la
arena y las hijas de la luna que escupían las ostras.
Es así como nace la belleza y brillo de la
mujer, con joyas que superan cualquier cosa creada por el hombre, porque son
creadas de la naturaleza y por los dioses.
Inspiración para joyería.
Autor: Valery Giovanna Cisneros Sánchez.
Joyería: Próximamente.
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